Porque no hay árbol bueno que dé mal fruto, ni tampoco
árbol malo que dé buen fruto. Pues cada árbol se conoce por su fruto; no se recogen
higos de los espinos, ni se cosechan uvas del zarzal (Lc 6, 43-44).
Jesús,
si soy buen hijo de Dios daré buenos frutos. Eso es lo que entiendo de tus
palabras. Como don Álvaro, que en menos de quince días será beatificado. Los
frutos que dio don Álvaro son muchísimos: comenzó la labor apostólica en 20
países, impulsó iniciativas sociales en muchos lugares, especialmente en
África, acercó a muchísimos a Dios y ayudó a que muchos fueran fieles a Ti.
Jesús, yo también quiero dar buenos frutos.
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¿Qué frutos buenos está esperando Jesús de ti?
El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas
buenas, y el malo de su mal saca cosas malas: porque de la abundancia del
corazón habla su boca (Lc 6, 45).
Para
que el corazón sea bueno tiene que estar bien limpio. Limpio de cualquier
pecado, limpio de malos sentimientos y resentimientos, limpio de envidia,
limpio de enojos y de violencia. Jesús, voy a buscar un buen examen de
conciencia y hoy mismo me doy una buena confesada.
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Prepara tu confesión.
Propósito: Confesarme
hoy.