Un hombre tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión» (Lc 16, 1-2).
Jesús, ¡qué fácil es gastar! Sobre todo cuando no se sabe lo que es ganarse el pan. De broma dice mi papá que somos unos señoritos y que nos quema el dinero. Es verdad; los domingos, cuando nos da dinero, la “quemadura” dura el tiempo que tardamos en correr a gastarlo, pensando que es mío y que me lo he ganado. Luego, cuando voy a Misa y veo al pobre en la puerta de la iglesia, lo que me “quema” es el alma porque ya no tengo nada que darle.
· Habla con Jesús de cómo andas en el tema de la generosidad.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza (Lc 16,3).
Jesús, pues yo también echo mis cálculos: hasta dónde estoy dispuesto a dar de mi dinero, de mi tiempo, de mi vida... ¡Me horroriza comprometerme! Efectivamente soy “calculador”. El punto 30 de Camino me viene como anillo al dedo: Eres calculador. —No me digas que eres joven. La juventud da todo lo que puede: se da ella misma sin tasa.
· ¿Pongo límites a Dios? El que es calculador, envejece prematuramente.
Propósito: no ser “calculador”