domingo, 17 de noviembre de 2013

Seréis mis testigos

Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre (Lc 21, 12-13).

Juan el Bautista fue el primero. Pero después, más adelante vino Santo Tomás Moro, San Edmund y así una larga lista. Jesús, son los que perdieron la cabeza por amor a ti. Perdieron la cabeza, —se las cortaron— pero al final ganaron mucho más. Así lo hacía entender uno de ellos, Tomás Moro, a su hija Meg: «No te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad mejor».

·        ¿Estoy dispuesto a “perder la cabeza” por amor Cristo?

No preocuparos por lo que habéis de responder, pues yo os daré tal elocuencia y sabiduría que no la podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios (Lc 21, 14-15).

Prisionero en la oscura Torre de Londres Santo Tomás Moro escribía a su hija: «Creo que los que me han colocado aquí piensan haberme hecho gran daño (…) Gracias a Dios, Meg, no existen motivos para pensar que me hallo en peor situación que en mi propia casa; porque creo que Dios ha hecho de mí un niño mimado, y me pone en su regazo y me mece».

·        Ser hijo de Dios, es lo más grande que me ha podido pasar. ¿Confío en Dios Padre?


Propósito: confiar y ser valiente.