En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tiniebla, y las tiniebla no la recibieron (Jn 1, 4-5).
Jesús, me contaba Takayuki, mi amigo
japonés, cómo es del “País del sol naciente”, una costumbre en Japón, que una
vez comenzada la nochevieja, algunos iniciaban la ascensión de alguna
montaña. Toda la noche dura la escalada para llegar a la cumbre al filo del
alba. Desde la cima reciben el amanecer del nuevo sol del nuevo año. “La luz
brilla en las tinieblas”: Jesús, ¡que este mundo está muy oscuro!, ¡no te
asustes! Jesús, danos también este año tu luz en el alma y en la inteligencia y
no habrá tinieblas que se te resistan: un poco de tu luz puede disipar las
tinieblas más tenebrosas.
Termina
el año agradeciendo a Dios tantas cosas buenas
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre (…) A
cuantos la recibieron, les da el poder para ser hijos de Dios (Jn 1, 9,12).
Jesús, yo de montañas nada. Esta noche
mis hermanos quemarán “cohetes” (a saber que mafiada hicieron para
conseguirlos), y mi hermana –que está como una cabra– dice que esperará el año
nuevo sobre el pie izquierdo para entrar con buen pie; los italianos cenarán
lentejas; los franceses tomarán 12 uvas; los supersticiosos tocarán madera.
Otros más perdidos disfrazados y bebiendo como náufragos. Jesús, yo quiero
comenzar el nuevo año sintiéndome hijo de Dios.
Proponte
comenzar el nuevo año con una oración.
Propósito:
En el minuto 0, segundo 1 rezar, luego festejar.