jueves, 17 de diciembre de 2015

Señor, escucha mis silencios

Y subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada (Lc 2,5-6).
Me gusta imaginar que mientras la Virgen María y San José viajaban hacia Belén, a veces conversaban entre sí y otras veces caminaban en silencio. Cuando estaban callados, hablaban por dentro con el Niño Dios y le agradecían todas las cosas buenas que nos iba a traer a los hombres. También le decían al Niño Dios con el corazón, sin que se oye­sen las palabras, que lo querían mucho. También hoy me acuerdo de otro villancico que cuenta cómo en el camino a Belén “Iban solitos los dos, /y hablando cosas de Dios / se van la noche y el día”. ¡Qué ganas tengo de que llegue el 25 y de comulgar mañana!
También yo hablo contigo, Jesús, y te agradezco tantas cosas
El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán (Mc 13, 31).
Jesús, pienso que las oraciones vocales como el Padrenuestro y el Avemaría son muy buenas, porque nos ayudan a pedirte lo que se debe y nos facilitan el rezar. Son “Oraciones-Chocolate” porque a la vez que se recitan, se pueden saborear. Pero para hablarte no hace falta siempre que se nos oiga. Tú nos escucha en todo momento porque sabes lo que nos pasa en nuestro corazón y en nuestra mente. Quiero hablar contigo, muchas veces a lo largo del día: cuando trabajo o hago mis deberes, al caminar por la calle, cuando juego o cuando descanso.
Dile a Jesús con gritos silenciosos lo mucho que lo quieres.

Propósito: Ser goloso con las “oraciones-chocolates”.