María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el
saludo de María, saltó la criatura en su vientre (Lc 1, 39).
Jesús ¿cómo nacieron los villancicos? ¿Quién
los compuso? Yo pienso que algo tuvo que ver San José. En esos viajes por Judea
acompañando a la Virgen y al Niño que iba a nacer, para distraer a María —no
tenían radio, Ipod, ni MP3— San José empezó a cantar: “Ande, ande, ande, la
Marimorena” (así llamaba con cariño a María por ponerse morena con tanto
sol); y luego animaba al burrito: “Arre burro arre, vamos a Belén…”; y
cuando pasaban por un puente: “pero mira como beben los peces en el río…”.
Así nacieron los primeros villancicos de la historia.
Cantar
villancicos con María y José: “Quien canta reza dos veces” le gustaba decir a
San Agustín.
Al desatar el borrico sus amos les dijeron: —¿Por qué desatáis
el borrico? (Lc 19, 33-34).
Que buena cosa es ser borrico delante de
Jesús. Los burros son sus predilectos: Belén, viaje a Egipto, entrada en
Jerusalén. Además en la Navidad da protagonismo y derecho a primera fila en el
Portal. Pero el borrico debe estar libre de “ataduras”. Jesús, quítame
ataduras, caprichos, vicios; quiero ser un burrito y no una mula terca. “Porque
el Señor lo necesita, contestaron ellos. Y se lo llevaron a Jesús” (Lc 19,
31). Jesús necesita burros: “yijaa, yijaa”. ¿Me apunto?
Dile
a Jesús que quieres ser su burrito.
Propósito:
Poner villancicos en la cena.