jueves, 15 de enero de 2015

CRISTO DE ESQUIPULAS Levantado en la Cruz por mí

Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre (Jn 3, 13).
Jesús, Tú bajaste del Cielo para salvarme en una Cruz. ¿Cómo es el Cielo?: El Cielo es siempre nuevo, siempre distinto, sin cansancio y sin empalago. Es toda la luz y el color, es la música y la dulzura, es alegría que nadie puede ya quitar. El cielo es AMOR. Un amor que no se oxida, un amor lim­pio que fascina, embellece, que es siempre como la primera vez. Y sobre todo, en el Cielo estaré Contigo, Jesús de mi alma, para siempre. Allí, junto a María la Reina, toda hermosura… en el Cielo, junto a los Ángeles, junto a millones de almas buenas, eternamente felices… para siempre, para siempre.
Dale a Jesús las gracias por haberte abierto el cielo con su Cruz.
Es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él. (Jn 3, 14-15)
Eres lo único que me interesa de Esquipulas: ni el viaje, ni las cocadas, ni las calcomanías para el carro, ni los sombreritos… ni nada, salvo Tú. Verte, Jesús, en la Cruz y ver a tu Madre –mi Madre– de los Dolores haciéndome palpar lo mucho que me quieres, y lo que te ha costado el amarme y abrirme el Cielo. Quiero creer cada día más en Ti, que ni la tele, ni la Red, ni los que no van a Misa me la hagan perder la fe… Por eso necesito también llenar de mi cabeza con tu doctrina: la catequesis, la formación… nunca la dejaré.
Jesús, en mi cabeza, Tú; si no, tendré un puro sombrerito.

Propósito: Ir a Esquipulas… y al final al cielo.