domingo, 4 de enero de 2015

Epifanía del Señor. Preguntando se llega a Roma… y al niño

Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén pre­guntado ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo (Mt 2, 1-12).
Jesús, qué sorpresa la que se llevaron María y José al ver a aquellos Magos; y más sorpresa cuando les dieron oro –como Rey–, incienso –como Dios– y mirra –como hombre mortal–. Pero los Magos salieron ganando porque vieron al Niño y lo adoraron. Los Magos encontraron al Niño-Dios porque cuando perdieron la estrella, preguntaron… Jesús, que no me de pena pre­guntar cómo encontrarte cuando ando perdido… ahora estoy contigo en el Nacimiento y voy a mover un poco a los Reyes para que no se pierdan.
► Jesús, no quiero perderte, que no me de pena preguntar.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre y cayendo de rodillas le adoraron; después, abriendo sus cofres le ofrecie­ron regalos: oro, incienso y mirra (Mt 2, 1-12).
Los Reyes le hicieron sus regalos de Navidad al Niño, pero Él les tenía guar­dados regalos para ellos desde el 25: –Melchor ¿qué te trajo Santa?: Una estrella juguetona, un Niño que es Dios y una Madre de verdad. –Anda, lo mismo que a mí. –Y a mí también, replicó Baltasar. Jesús, Tú y tu Madre sois el mejor regalo para la humanidad.
► Pásate el día jugando con tus regalos de Santa… y con el Niño Dios.

Propósito: jugar todo el día.