jueves, 28 de febrero de 2019

Jesús, Tú eres mi “recompensa”


Cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nom­bre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa (Mc 9, 41).
Jesús, soy un cazador de recompensas, como en las películas de vaqueros. Mira, en este mes, no sólo he servido el agua en la mesa, sino que también, he regado las plantas de mi mamá, he lavado el carro de papá, me he hecho la cama todos los días… ¡Tantas cosas buenas! Jesús, ¿qué me he ganado de recompensa...? ¿Sabes una cosa?, pensándolo bien no quiero más recompensa que tenerte a ti, parecerme a ti Jesús, que no te pierda nunca, que no pierda mi Recompensa.
Agradece a Jesús tantas cosas buenas y exígele tu Recompensa.
Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar. (Mc 9, 42)
Jesús, ¡qué tonto soy! A veces me da por ser mayor y me pongo a ridiculizar delante de los demás la piedad e inocencia de los niños más pequeños: cuando van a Misa, hacen la Visita, voy, —idiota de mí—, y me río de ellos... Y lo hago sólo para quedar bien delante de mis amigos. Jesús, te pido perdón por si alguna vez he podido escan­dalizar a alguien, y más si fuera un niño.
¿Evito dar mal ejemplo, el escándalo, especialmente con los niños?
Propósito: ganar la mejor recompensa.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Se hace camino al andar


Maestro hemos visto a uno que echaba demonios en tu nom­bre, y se lo hemos prohibido, porque no era de los nuestros (Mc 9,38-40).
Oye Jesús, que mal me suena eso de no era de los nuestros, como si alguien tuviera la exclusividad en el amor a Dios; o ver en otros la competencia. ¡Qué horror! Nos lo recuerda San Josemaría: Me decías, con desconsuelo: ¡hay muchos caminos! —Debe haberlos: para que todas las almas puedan encontrar el suyo, en esa variedad admirable. ¿Confusionismo? —Escoge de una vez para siempre: y la confusión se convertirá en seguridad (Camino 964).
Pídele a Jesús un corazón grande y abierto, alérgico a las exclusividades.
Yo soy el Camino la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mi (Jn 16,6).
Tantos caminos, tantas veredas: He andado muchos caminos, / he abierto muchas veredas; / he navegado en cien mares / y atracado en cien riberas (A. Machado). ¿Cuál es el mío? ¿Acertaré? No es fácil, ¡hay tantos!: Cada caminante siga su camino, nos recuerda el poeta. Jesús, Tu eres El Camino, y seguiré el consejo de San Josemaría: Es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para voso­tros... Los haréis, a través de las montañas, al golpe de vuestras pisa­das (Camino 928).
¿Alguna vez haz hecho una peregrinación? Hazla, merece la pena.
Propósito: buscar mi camino

martes, 26 de febrero de 2019

Porque los iba instruyendo...


Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que na­die se enterase, porque los iba instruyendo (Mc 9,30).
Jesús, ¿de qué les hablabas? ¿Qué les contabas? Me imagino que les hablarías de tu Familia: lo mucho que te quiere tu Padre que está en el Cielo, y del Espíritu Santo que es todo Amor, de tu entrega, pasión y muerte por todos los hombres, pero que luego resucitarías... pero no entendían aquello. Los pobres se mirarían con cara de pasmados y por lo bajo dirían: ¿Pero es, o no es, el Mesías? ¿¡Pues entonces...!? Jesús yo tampoco entiendo tantas cosas: por qué mueren los niños, por qué hay guerras, hambre, dolor... Jesús, háblame, instrúyeme…
Dile a Jesús que quieres formarte hasta los 100 años por lo menos.
¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante (Mc 9,33-34).
Los discípulos, genio y figura hasta la sepultura. Como yo, que a veces tampoco me entero. Y lo peor es que me lo creo. Pienso que es­toy bien instruido, con buena formación, digo, por mi familia, porque asisto a clases de Religión. Jesús, pero no es suficiente… No puedo funcionar así, con los conocimientos de la 1°Comunión. Jesús, nece­sito conocerte mejor y dejarme formar asistiendo a charlas, círculos, meditaciones, retiros. ¿Por qué?: ¡Porque me da la gana!
Amar a alguien es conocerle mejor. Di que le quieres conocer más.
Propósito: conocerle mejor.

lunes, 25 de febrero de 2019

El Maestro está aquí y te llama


Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo (Mc 9,15).
Jesús, ¡lo que hace la Visita al Santísimo! Edith Stein, la que después sería Santa Benedicta de la Cruz, cuenta que de joven estaba llena de prejuicios racionalistas. Un día, paseando con un amigo católico, ella era judía, por la ciudad vieja de Fráncfort: entramos unos minutos en la catedral y, en medio de aquel silencio, entró una mujer con su bolsa del mercado y se arrodilló con profundo recogimiento para orar. Esto fue para mí algo totalmente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que yo conocía se iba sólo para los oficios religiosos. Aquí, en cambio, cualquiera en medio de su trabajo se acercaba a la iglesia vacía para un diálogo confidencial. Esto no lo he podido olvidar.
Jesús, que todos los días vaya a hacerte una “visitilla”.
En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del en­cuentro». El que quería visitar al Señor salía fuera del campa­mento y se dirigía a la tienda del encuentro (Ex 33, 7-8).
Jesús, me han explicado que al Sagrario también se le llama Tabernáculo, que significa Tienda del encuentro. ¡Qué alegría! A mí también me gustan las acampadas: ir por ahí y poner la tienda de campaña. El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como ha­bla un hombre con un amigo. Pero, ¿por qué no iré más a verte al Tabernáculo? Yo, como Moisés, pero sin barba.
Jesús, iré a visitarte a tu Tienda de Gran Jefe cada día.
Propósito: visitar al Gran Jefe.

domingo, 24 de febrero de 2019

Las “palabras” las carga el diablo


Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis con­denados, Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará (Lc 6, 36-37).
Jesús, qué fácil es criticar, murmurar, marujear, despellejar vivo a al­guien, sin conocer los verdaderos motivos por los que hacen las cosas y que sólo Tú conoces. Es muy fácil criticar, pero es muy difícil valorar el daño que puedo causar con mis críticas. Las palabras pueden dar vida o matar. Su manejo debe ser tan delicado como el de los explosivos, el material radioactivo, los venenos y las medicinas, que se dosifican en fracciones de miligramos. Las palabras, una vez pro­nunciadas o escritas, toman aliento y una libertad imprevisible. Van de acá para allá, haciendo mucho daño.
Jesús, si no es para hablar bien de alguien mejor me quedo calladito.
Dad y se os dará (Lc 6,37).
Jesús, a veces soy muy tacaño con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones. No se dar, no se darme. Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones. Hoy quiero aprender de Ti a ser generoso, y darte todo lo que me pidas: mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón;… tómalo, tuyo es y mío no (Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita…)
Ahora que Le has donado tu corazón, pídele un corazón como el Suyo.
Propósito: Y o ser chismoso o andar hablando mal…

sábado, 23 de febrero de 2019

Este es mi Hijo amado; escuchadle


Este es mi Hijo amado; escuchadle
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos (Mc 9,2).
Jesús, hoy en la oración me voy contigo de excursión al monte. Como siempre te llevas a tus tres apóstoles montañeros, los íntimos. Yo haré de sherpa y subiré en mi mochila la merienda para todos. Jesús, ¡cómo te gusta el monte!: Tabor, Sinaí, Monte de las bienaventuran­zas, Gólgota... La ascensión es dura porque la montaña es alta, pero una vez arriba ¡Ha merecido la pena! ¡Qué vista! ¡Qué aire más lim­pio! Jesús, subir el monte es como hacer la oración: hay que poner esfuerzo, cuesta, pero luego todo se ve más claro y, además, Tú estás en la cima esperándome para transfigurarte, para darme más luces.
Una montaña no es alta si un amigo te espera arriba: Jesús me espera.
Se formó una nube que lo cubrió y salió una voz de la nube: —Este es mi Hijo amado; escuchadle (Mc 9,7).
Dios Padre ya no podía aguantar más, y aprovechó la ocasión: Este es mi Hijo amado; escuchadle. Se siente orgulloso de su Hijo al que quiere tanto. Señor, yo también quiero ser tu hijo amado porque con tu Gracia cada día me parezco más a Jesús, mi vida reflejará su Vida.
Jesús, para parecerme y reflejar tu vida, primero tengo que “escucharte”.
Propósito: hablar menos y escuchar más.

viernes, 22 de febrero de 2019

Cátedra San Pedro. No prevalecerán sobre ella


Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el po­der del infierno no la derrotará (Mt 16, 18).
El Papa Benedicto XVI sufrió los horrores y la persecución del nazismo en la 2ª Guerra Mundial. Él mismo lo cuenta: La Iglesia había sido, pese a las muchas debilidades humanas, el polo de oposición contra la ideología destructiva de la dictadura nazi; ella había permanecido en pie en el infierno que había devorado a los poderosos gracias a la fuerza proveniente de la eternidad. Nosotros teníamos la prueba: las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Sabíamos, por experiencia propia, qué cosa eran las puertas del infierno y podíamos ver también con nuestros ojos que la casa construida sobre roca se había mantenido firme. ¿Quién le iba a decir que después él sería Piedra?
Pide por el Papa Francisco, para que sea piedra, roca, cimiento de la Iglesia.
Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en Cielo (Mt 16, 19).
Jesús, al Papa no le has dado las llaves del carro, o de un chalet en la playa. Le has dado las llaves de tu Casa, del Cielo. Por eso diré con San Josemaría: Todos con Pedro hacia Jesús por María.
Hazte amiguete de San Pedro para que cuando llegue el momento te abra la puerta.
Propósito: rezar a diario por el Papa.

jueves, 21 de febrero de 2019

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?


Por el camino preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas (Mc 8, 27-33).
Jesús, pues yo he oído todo tipo de tonterías: unos dicen que si eres un extraterrestre, un guerrillero, un hombre bueno, o un mito... Otros que si un incordio o un aguafiestas. Algunos no saben o no contestan (n.s. ó n.c.). Jesús, qué pena, han pasado 20 siglos y tantos que no saben (n.s.). Tantos que se dicen cristianos y no tienen ni idea, no contestan (n.c.). Funcionan con clichés, caricaturas, eslóganes, lo que han visto u oído en la tele. Nadie ha sabido explicarles, hasta ahora.
Dile a Jesús que quieres ser su portavoz: Llevar su voz a todos.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías Mc 8, 27-33.
Jesús, quieres saber mi opinión y me lo preguntas a quemarropa: Y tú Andrés, Mónica,... (pon tu name). ¿Tú, quién dices que soy yo? Venga, no mires atrás, respóndeme... Respuesta: —Jesús, mira mi vida, mis obras son elocuentes: desde que me levanto hasta que me acuesto pienso en ti, sueño contigo. Te lo diré con palabras de San Pedro: Tú eres el Mesías. Tú eres mi salvador.
Dile a Jesús, todo lo que piensas sobre Él. Despáchate a gusto.
Propósito: ser portavoz / explicar a n.s. y n.c. quién es Jesús.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Me saciaré de tu semblante


Llegaron a Betsaida. Le trajeron a un ciego, pidiéndole que lo tocase (Mc 8, 22).
—¡Despacio! ¡Que no tropiece! Trastabillando, aquel cieguecito fue llevado de mano en mano hasta la mano de Jesús. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano. Pero aquella mano era diferente, pen­só el ciego, le guiaba seguro ¿Podría quizá éste poner fin a su cegue­ra? Otros lo habían intentado. ¿Traería colirios mágicos de Alejandría? ¿Se llevaría, como los otros, su dinero y su ilusión? El profeta empezó a hablarle mientras le humedecía sus ojos. Le untó saliva en los ojos, le impuso las manos. ¿Qué es lo primero que te gustaría ver? Al cie­go se le agolparon los deseos: árboles, hombres... Le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres que parecen ár­boles, pero andan.
Jesús deje de ser ciego.
Le puso otra vez las manos en los ojos: el hombre miró, estaba curado (Mc 8, 25).
Jesús, esta vez fue a la 2ª. El ciego de Betsaida necesitaba una se­gunda mano. Y a la 2ª fue la vencida: abrió los ojos y veía con toda claridad. ¿Qué es lo que vio tan claro? Te vio a ti, Jesús mío, y como el Salmo quizá exclamó: Me saciaré de tu semblante, Señor. Y ya no pudo dejar de mirarte.
Pide a Jesús que te eche todas las manos que haga falta: ¡Señor que vea!
Propósito: repetir, Señor quiero ver tu rostro.

martes, 19 de febrero de 2019

Yo a cuantos amo, los reprendo


A los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca (Mc 8, 14).
¡Al que nunca se le haya olvidado algo que mandó mi mamá que tire la primera piedra...!” A mi ¡tantas veces!: los domingos, en un día de excursión… Jesús cómo me gusta que tus discípulos sean tan... normales, como yo. Y a falta de pan, buenas son tortas. No solo se les olvida el pan, sino que además empiezan a pegarse entre ellos. Están empanados, son susceptibles, son mecha corta. Ellos comentaban: —Lo dice porque no tenemos pan. Viven en su pequeño mundo. Necesitan que Jesús les despierte.
Jesús, ayúdame a evitar las peleas en casa, a salir de mi pe­queño mundo.
Dándose cuenta, les dijo Jesús: —¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender?” (Mc 8, 17).
Y Tú, Jesús, les hablas de la levadura y te salen por otro lado. Los po­bres, de verdad, es que no se enteran... Están tan metidos en sus co­sas, en otra onda. Tú aprovechas la ocasión para con buen humor, tirarles de las orejas: ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? (Mc 8, 19). Porque donde hay cariño de verdad se puede exigir sin herir. Yo a cuantos amo, los reprendo (Ap 3,19).
¿Dejo que me exijan? ¿Lo agradezco? ¿De verdad de la buena?
Propósito: des-empanarme.

lunes, 18 de febrero de 2019

Jesús dio un profundo suspiro...


En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo (Mc 8, 11-13).
Jesús, te pusieron a prueba, como si fueras la cabra de un circo: Si te subes hasta aquí arriba y haces el triple mortal con tirabuzón…; y ahora el más difícil todavía: haznos un milagrito. Jesús, te pusieron a prueba y yo también, a veces, te pongo a prueba: —Que apruebe el examen con buena nota y sin estudiar. —Que encuentre el bolígrafo sin buscarlo. —Si no me concedes lo que te pido, ya no respiro o dejo de creer o de ir a Misa… Jesús, perdóname pero a veces ¡te pido cada cosa!
Jesús, te doy, no el a-Probado sino el Sobresaliente.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? (Mc 8,11-12).
Mi abuela —que es una santa—, no hace más que suspirar. Toma todo el aire que puede, lo mantiene un ratito en los pulmones y des­pués lo suelta de golpe, mientras musita ¡¡Ay Sssseñor…!! Mis herma­nos y yo decimos que los suspiros le salen del alma. Jesús, ¿cómo fue tu profundo suspiro?, ¿suspiras también por mí?: este no se entera, pero qué cosas me pide…
Di que le vas hacer suspirar de orgullo santo por tener un hijo tan bárbaro.
Propósito: aprender de mi abuela.

domingo, 17 de febrero de 2019

Dichosos los que lloran


Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis (Luc 6,21).
Jesús, que difícil de entender ese Dichosos los que lloran. ¿No es contradictorio? Me ayudó a comprender lo que cuenta el libro Réquiem por Nagasaki. El Dr Nagai sobrevivió a la explosión nuclear pero había perdido a su esposa. Ahora le preocupaba su pequeña hija Kayano que nunca lloraba. La veía, mientras el sol se hundía y empezaba a oscurecer, mirando fijamente la desolación nuclear, mordiéndose el labio inferior. Nagai vio tropezar a Kayano unas cuan­tas veces y cortarse en las rodillas. Esta se limpiaba despacio la san­gre con su dedo, pero nunca lloraba.
Dale gracias a Jesús por toda tu familia: repasa la lista uno a uno.
Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.
Esto le condujo a escribir una consideración en un libro que esperaba pudiera leer ella algún día, cuando fuera mayor, como una carta al futuro: Querida Kayano: nuestra infancia es feliz porque podemos llorar. Sabemos que si lloramos nuestra madre vendrá y nos consolará. A veces, Kayano, desde que murió tu madre, quise sollozar a gritos. Pero una persona mayor no puede hacer eso; sólo un niño que tiene madre puede hacerlo. El único que tiene la respuesta completa dijo: Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados (Mt 5,4). Tú puedes llorar siempre que quieras delante de Él y tu llanto será escuchado. Jesús, que a gusto se llora sabiendo que tú siempre estarás para consolarme. .
Dile a Jesús que enjugue tus lágrimas y entonces serás dichosísimo.
Propósito: llorar a moco tendido en la oración.

sábado, 16 de febrero de 2019

Me da lástima de esta gente


Como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús lla­mó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima de esta gente (Mc 8, 1-2).
Jesús, no me canso de contemplarte una y otra vez. En ti encuentro un rostro siempre nuevo e inagotable que me invita a seguirte. Puedo observar tu gesto cordial y optimista, tu buen humor, tu tristeza ante el mal, tu mirar compasivo y misericordioso: Me da lástima de esta gente. Te das cuenta de las necesidades de la gente, de cada uno, también de las mías.
Jesús, estos días, por dentro hablo contigo agradeciéndote tantas cosas.
Llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos (Mc 8, 2-3).
Un Dios que es Padre y a la vez con corazón de Madre. Sólo los ojos de madre pueden ver ciertas cosas: No tienen qué comer (...), se van a desmayar por el camino, (...) han venido desde lejos. Y a mí me dices: tienes mala cara, ¿no tendrás fiebre?, hoy no has dormito bien, ¿verdad?, a ver, ¿qué ha pasado hoy en clase?.... Y surge mansa la oración como el agua de una fuente: Pues mira Jesús a mí lo que me pasa es que...
Dale un poco de pena a Jesús para que te haga caso (se deja engañar).
Propósito: dar un poco de pena, en la oración.

viernes, 15 de febrero de 2019

Jesús, tu eres mi otorrinolaringólogo...


Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía ha­blar (Mc 7, 32).
Jesús, en mi casa somos un poco sordos. Dice mi mamá que debe tratarse de una “sordera familiar selectiva”. Selectiva porque no oímos cuando suena el teléfono o llaman a la puerta, pero luego, cuando algo nos interesa, no se nos escapa detalle. Mi mamá, que es santa, nos repite siempre que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Jesús, en la oración me pasa algo parecido: pienso que a mí no me hablas pero en el fondo es que no termino de escucharte, hago poco por sintonizar contigo.
Dile a Jesús que tú eres el sordo del evangelio, a ver qué puede hacer
El, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: —Effetá (esto es, «ábrete»)” (Mc 7, 31-37)
Jesús, ya sabes. Límpiame los conductos auditivos del alma. Es como el chiste del plátano: “No te puedo oír porque tengo un plátano en cada oreja”. Quizá no se trate de plátanos pero si de pereza, de im­pureza, de prejuicios, de soberbia. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Jesús, ábreme los oídos del alma, suéltame la lengua para hablar de Ti.
Dile a Jesús que le nombras tu “Otorrinolaringólogo” familiar.
Propósito: ¿tendré un plátano en la oreja?

jueves, 14 de febrero de 2019

Santos Cirilo y Metodio. La mies es mucha


Los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir (Lc 10,1).
Jesús, de dos en dos pero sin empujar, ¡que hay gente para todos...! No sé qué me pasa pero hoy se me está abriendo un hambre apostó­lica… Me dices que para hacer apostolado, para acercar a alguien a Dios, en primer lugar hace falta oración. Por eso hoy mi lema apostó­lico es de dos en dos pero con el tresmásdos. Quiero tener aventuras apostólicas, como las de aquellos dos amigos tuyos con nombres tan curiosos: Cirilo y Metodio, Patronos de Europa. No lo tuvieron fá­cil. Fueron grandes evangelizadores en una época muy complica­da, mucho más complicada que la nuestra. Eran tan sólo dos pero convirtieron a naciones enteras que desde entonces son cristianas. Llevaron a Cristo.
No me llamo ni Cirilo ni tampoco Metodio, pero “envíame”, quiero ser apóstol.
La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies (Lc 10,2).
Quizá naciones enteras no, pero sí puedo evangelizar, llevar a Cristo a los de mi clase, a mi colegio, a mi familia, a mis amigos. Eres, entre los tuyos —alma de apóstol—, la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo... y éste, otro... y otro, y otro... Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión? (Camino 831). Yo seré, con tu gracia, esa piedra que removerá las aguas.
Dile a Jesús, que te encanta hacer olas.
Propósito: hacer olas, es decir apostolado.

miércoles, 13 de febrero de 2019

¡Te basta mi gracia!


Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difama­ción, orgullo, frivolidad (Mc 7,14-23).
Jesús, algo me sospechaba. ¿Por eso dentro de mí encuentro tantas ganas de chinchar a mis hermanos, llevar la contraria a mis padres, hacer rabiar a mi perro, mentir, engañar...? Me pasa como a S. Pablo: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Jesús, y todo este mal, ¿de dónde sale? ¿Quién lo ha puesto? Si yo no soy malo, ¿por qué a veces hago daño a los que más quiero? Y me responde S. Pablo: No soy yo quien lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Tras el triste episodio de la manzana en el jardín del Edén una gota de aquel veneno, el pecado original, nos ha llegado a cada hombre, a mí también.
Que no me olvide del pecado original. Debo luchar contra el Maligno.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Mc 7,14-23).
Y San Pablo escuchó: Te basta mi gracia. Jesús, la Gracia que me das en tus sacramentos es el antídoto contra el veneno del mal, con­tra el pecado. Porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20). Necesito mucho antídoto, necesito mucha gracia.
Busca el surtidor más cercano de Gracia y llena el depósito del alma.
Propósito: ponerme el antídoto (la Confesión por ejemplo).

martes, 12 de febrero de 2019

Mi corazón está muy, pero muy cerca de ti


Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío (Mc 7,6).
Jesús, con palabras de Isaías te quejas de tus contemporáneos. Cumplían las tradiciones hacían sus rezos pero les reprochas que su corazón está lejos de mí. —¿No me pasará a mí algo parecido? —¿No te quejarás también de mí?: Hago el 3+2, rezo el Ángelus, e incluso hago el Vía Crucis los viernes... Jesús, que nunca me olvide que estas prácticas de piedad son medios para acercarme más a ti, para quererte más, pero no son fines. Jesús, Tú no eres como las máquinas de Coca-Cola® que echas una moneda y sale la lata. Jesús, no te voy a comprar con mis rezos, pero sí te voy a ganar con mi corazón enamorado.
Dile a Jesús que le quieres mucho, ¡pero mucho!, y luego sigues.
Hipócritas, (...) ¡anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición! (Mc 7, 9).
Jesús tengo los días súper-llenos: clases de piano, de tenis, esgrima, equitación... Es la tradición en mi familia. Y como no quiero ser un hipócrita de esos, también dedico tiempo a los demás. En el viejecito del asilo que espera mi visita, en el pesado de mi hermano, en el niño al que doy catequesis... En ellos veo tu “imagen y semejanza”, que me enamora. Ahí me esperas…
Dile a Jesús que también le das tu tiempo y terminas.
Propósito: tomarme una Coca-Cola, por ejemplo.

lunes, 11 de febrero de 2019

“Acariciar” a Dios en cada comunión


Colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto (Mc 6,56).
Jesús, a veces me lleno de envidia por la suerte que tuvieron algunos de tus contemporáneos: oír tu voz, disfrutar de tu sonrisa, distinguir tus pasos... Se conformaban con poco, tan sólo con tocar el borde de tu manto y... ¡quedaban curados! Jesús y yo, que te recibo en la Eucaristía, no me conformo con tocarte, en cada Comunión quiero acariciarte con mis obras buenas en mi alma para que también me cures.
Jesús, ¡qué ganas tengo de comulgar! ¿Por qué no voy más a Misa?
Y los que lo tocaban se ponían sanos (Mc 6,56).
Jesús, ¿te acuerdas? Aquel chico de 15 años entristecido porque al asistir a la Sta Misa el domingo con toda su familia no pudo comulgar. Tenía en la conciencia haber cometido un pecado grave. Veía a los demás, sus padres, sus hermanos comulgar y sintió un gran vacío, un hambre de eucaristía, una gran necesidad de tener a Dios en el alma. Cuando poco después por la confesión recuperó la gracia, comentaba, con una sabiduría impropia de su edad, como Dios se había servido de esa tristeza, de ese vacío, para que valorara más lo que es la comunión, tener a Dios en el alma. Jesús, ¡qué suerte más grande tengo! En cada Comunión te hago mío, te como ¿Las aprove­cho? En cada Comunión ¡toco a Dios!
Después de la Comunión me quedaré un ratito con Jesús, dando gracias.
Propósito: acariciar a Dios en mi alma cada vez que comulgue

domingo, 10 de febrero de 2019

“Duc in altum!”


Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando aca­bó de hablar, dijo a Simón: —¡Rema mar adentro! (Duc in altum!) (Lc 5,3-4).
Jesús, la brisilla de aquella tarde era una delicia. Todos, apretados en la orilla del lago, embelesados, no perdíamos Palabra. ¡Qué buena idea la de subirte a la barca de Pedro! La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1-11). ¡Y qué bien se oía! Hasta que llegó aquel Duc in altum!, ¡Rema mar adentro! San Juan Pablo II lo entendió así: Duc in altum!, donde el mar es más profundo, donde el misterio del amor de Dios abre delante de vosotros espacios maravi­llosos, que no bastará una entera vida para explorar (9.VI.2001). Jesús contigo, quiero adentrarme en el mar inabarcable del Amor de Dios.
Dile a Jesús que quieres ser explorador del “Mar del Amor de Dios”
¡Rema mar adentro y echad las redes para pescar! Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes (Lc 5, 4-5).
Simón Pedro era el experto; si de algo sabía era de peces y pesca: ¿cómo pescar de día? Aquel Carpintero podría saber de tablones y muebles, pero de pesca, no tenía ni idea… Por tu palabra, echaré las redes. Se confió de Jesús y vino el milagro. Jesús, yo, a veces confío, más en mí mismo, de mi criterio que de Ti. Pero como San Pedro me me­teré mar adentro en la vida interior y echaré las redes en el apostolado.
Sueña con “pescas milagrosas” y terminas
Propósito: remar mar adentro.

sábado, 9 de febrero de 2019

No te dejo ni a sol ni a sombra, ¡siempre contigo!


Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y des­cansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobrecillos. Los discípulos debían estar cansadísimos... Jesús, ¡cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas!... ¡Cómo — también— me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le rizaban las barbas y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son detalles que sólo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y corazón de madre.
Cuéntale lo cansado que estás para que te reserve sitio en su barca.
Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mt 11, 29).
Eso va por mí, diría San Pedro; ¡Y por mí!, añadió el de la calva relu­ciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cualquier sitio, sino... ¡de crucero! ¡De crucero en la barca de Pedro por el Mar de Galilea! Con la mejor compañía Naviera Petrus. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, todos muy contentos. Y harían Surf y esquí acuático y se lo pasarían super bien: Mateo, por favor échate un poco de pro­tector solar en la calva…, diría Jesús.
Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo ni a sol ni a sombra.
Propósito: aprender a descansar con Jesús.