En aquel tiempo,
se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús para ponerlo a
prueba, le pidieron un signo del cielo (Mc 8, 11-13).
Jesús, te pusieron a prueba, como si fueras la cabra de un
circo: Si te subes hasta aquí arriba y haces el triple mortal con
tirabuzón…; y ahora el más difícil todavía: haznos un milagrito. Jesús, te
pusieron a prueba y yo también, a veces, te pongo a prueba: —Que
apruebe el examen con buena nota y sin estudiar. —Que encuentre el bolígrafo
sin buscarlo. —Si no me concedes lo que te pido, ya no respiro o dejo de creer
o de ir a Misa… Jesús, perdóname pero a veces
¡te pido cada cosa!
Jesús, te doy, no el a-Probado sino el Sobresaliente.
Jesús dio un
profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? (Mc
8,11-12).
Mi abuela —que es una santa—, no hace más que suspirar. Toma todo el
aire que puede, lo mantiene un ratito en los pulmones y después lo suelta de
golpe, mientras musita ¡¡Ay
Sssseñor…!! Mis hermanos y yo decimos que los
suspiros le salen del alma. Jesús, ¿cómo fue tu profundo suspiro?,
¿suspiras también por mí?: este no se entera, pero qué cosas me pide…
Di que le vas hacer suspirar de orgullo santo por
tener un hijo tan bárbaro.
Propósito:
aprender de mi abuela.