domingo, 10 de febrero de 2019

“Duc in altum!”


Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando aca­bó de hablar, dijo a Simón: —¡Rema mar adentro! (Duc in altum!) (Lc 5,3-4).
Jesús, la brisilla de aquella tarde era una delicia. Todos, apretados en la orilla del lago, embelesados, no perdíamos Palabra. ¡Qué buena idea la de subirte a la barca de Pedro! La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1-11). ¡Y qué bien se oía! Hasta que llegó aquel Duc in altum!, ¡Rema mar adentro! San Juan Pablo II lo entendió así: Duc in altum!, donde el mar es más profundo, donde el misterio del amor de Dios abre delante de vosotros espacios maravi­llosos, que no bastará una entera vida para explorar (9.VI.2001). Jesús contigo, quiero adentrarme en el mar inabarcable del Amor de Dios.
Dile a Jesús que quieres ser explorador del “Mar del Amor de Dios”
¡Rema mar adentro y echad las redes para pescar! Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes (Lc 5, 4-5).
Simón Pedro era el experto; si de algo sabía era de peces y pesca: ¿cómo pescar de día? Aquel Carpintero podría saber de tablones y muebles, pero de pesca, no tenía ni idea… Por tu palabra, echaré las redes. Se confió de Jesús y vino el milagro. Jesús, yo, a veces confío, más en mí mismo, de mi criterio que de Ti. Pero como San Pedro me me­teré mar adentro en la vida interior y echaré las redes en el apostolado.
Sueña con “pescas milagrosas” y terminas
Propósito: remar mar adentro.