lunes, 4 de febrero de 2019

En Cerdilandia huele mal


Ellos le rogaban que se marchase de su país (Mc 5,17).
Te echan; Jesús, te piden que te marches de su país, del país de los cerdos. ¡Qué fuerte! Los habitantes de aquel lugar Cerdilandia, no te quieren, prefieren vivir con los cerdos o como cerdos. Lo mismo le pasó al Hijo Pródigo: se alejó de su Padre y acabó también en Cerdilandia, cuidando cerdos. Jesús yo no quiero vivir en el país de los cerdos: series de Tv, películas sucias, ambientes raros, amistades cochinas. Ahí huele mal, ahí no puedes estar Tú… ¿y yo?… ¡tampoco!
Dile a Jesús que pase por tu corazón: Los limpios de corazón verán a Dios.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo ad­mitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: −Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia (Mc 5, 18-19).
Incluso en Cerdilandia hay alguno que se rebela: ¡Qué pena dan esas muchedumbres —altas y bajas y de en medio— sin ideal! —Causan la impresión de que no saben que tienen alma: son... manada, rebaño..., piara. Jesús: nosotros, con la ayuda de tu Amor Misericordioso, convertiremos la manada en mesnada, el rebaño en ejército..., y de la piara extraeremos, purificados, a quienes ya no quieran ser inmundos (Camino 914).
Del cerdo me interesa el jamón, el chorizo, la salchicha… no su cochina vida.
Propósito: nunca visitar ese país, ¡huele muy mal!