Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: –Talitha qumi
(que significa: contigo hablo, niña, levántate) (Mc 5,40-41).
Jesús, eres como los médicos buenos: la cogió de la mano. Ese
gesto, muy tuyo, transmite calor, cariño, confianza. Lo hiciste con la suegra
de Pedro, con el ciego de Betsaida, el hijo de la viuda de Naín... Jesús,
también a mí me tomas de la mano y me dices: Talitha qumi, contigo
hablo, niñ@, venga, levántate. Y tiras de mi, otra vez, una vez más, hacia
arriba. ¡Hip… Hip! (como decía el Avatar Ang) Y yo, me levanto.
En este año pídele a Jesús que te levante de… (háblale de aquello que
más te cuesta).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–
(...) y les dijo que dieran de comer a la niña (Mc 5,42).
Aquella Talitha (12 años) vivía el minuto heroico: se puso en
pie inmediatamente, se levantó a la primera, ¡para que yo aprenda! Y
ahí tenía a su lado a Jesús —¡qué suerte! —, a sus papás y a unos barbudos
apóstoles con cara de susto. —¡Qué hambre tengo!, dijo. La que estaba muerta se
había levantado. Y se organizó una gran fiesta con canciones de Justin Bieber
(que es lo que le gusta a las niñas).
Métete en la escena de la fiesta: ¿qué le dirías a la Talitha, a Jesús?
Propósito: vivir el Minuto Heroico.