En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve
desabrida, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla y que la pise la
gente. (Mt 15,13)
Tengo un amigo, Jesús, que le encanta echarle mucha sal a todo. Ni
siquiera prueba antes la comida. Agarra el salero y baña de sal su plato. Le
gusta el sabor intenso de la sal. ¿A ti, Jesús, te gustaba las cosas saladas?
Lo que tengo claro es que te gustaban las cosas en su punto. Por eso le dices a
los apóstoles que son sal. Ellos van a poner las cosas en su punto. ¿Qué cosas?
La familia, la sociedad, las relaciones entre amigos y muchas cosas más. Esto
me recuerda que yo también soy tu apóstol. También yo debo poner en su punto
las cosas.
Has probado
"salar" las relaciones con una sonrisa
Ustedes son
la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de una
montaña. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de una olla, sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Que alumbre así
su luz a la g
Ahora, Jesús, usas el ejemplo de la luz. No sé cómo será en otros países.
En el mío, a veces, se va la luz. Por suerte, no se va por mucho tiempo, pero
el suficiente para quedarse sin Internet, ni poder usar los electrodomésticos
de la casa. Pienso en los países donde no tienen servicio eléctrico
habitualmente. Lo han de pasar mal. A la vez, pensando en que debo ser luz del
mundo, creo que debo prestar un servicio ininterrumpido de iluminación. Para
eso, debo iluminar con tu luz. Si lo intento sólo, voy a ser peor que
luciérnaga, porque soy bastante intermitente.
Reflexiona un
poco en la importancia que tiene el que seas luz
Propósito:
Dar un servicio de alumbrado de primer mundo.