martes, 24 de marzo de 2020

Aquí estoy


Había un hombre que padecía una enfermedad desde ha­cía treinta y ocho años. Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? (Jn 5, 3-4).
Jesús, ves a ese hombre que lleva tanto tiempo paralítico —¡treinta y ocho años!— y te compadeces de él. ¿Quieres ser curado?, le pre­guntas. Jesús, también a mí me haces preguntas: ¿Quieres ser cura­do? ¿Quieres que te ayude a superar este o aquel defecto? ¿Quieres que te dé alas para volar en tu vida interior? Jesús, te parecerá men­tira pero… a veces te digo que no, que no me interesa comprome­terme (tener dirección espiritual, hacer un retiro, asistir a una charla), no sea que me complique la vida. ¡Jesús no me dejes solo con mi egoísmo (huele tan mal)!
El amor de verdad exige compromiso. ¿Me comprometo con Dios?
El enfermo le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua (Jn 5, 8).
¡Cuánta gente podría decir lo mismo!: Jesús, no tengo un hombre, no tengo a nadie que me eche una mano, que me ayude, que me orien­te; nadie que me dé un buen consejo; nadie que me apoye cuando lo estoy pasando mal. Jesús, de los que están a mi alrededor, ¿puede quejarse alguno de mí? Jesús, que en el día del Juicio nadie pueda decir que no le ayudé. Tengo que abrir los ojos para que a nadie le falte mi cariño, mi ayuda, mi palabra de cristiano.
Cuéntale a Jesús a qué personas estás dispuesto a ayudar.
Propósito: Ayudar a los demás. Hacer apostolado.