jueves, 5 de marzo de 2020

Dios nunca llega tarde


Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá (Mt 7, 7-8).
Vale, Jesús, pero a veces venga que te pido, venga que te busco o llamo y… ¡no hay manera! ¿Dónde te metes? ¿Por qué no me haces caso? ¿Por qué te gusta tanto hacerme rabiar…? Y en el fondo del alma me susurras: —“acuérdate de lo que es La Providencia, el cuidado amoroso con el que Dios vela por todo, y cada cosa tiene su tiempo”. Es la experiencia de una abuela que después de una larga vida escribía: “Dios nunca llegó cuando yo se lo pedí, pero nunca llegó tarde”.
Que aprenda a ser perseverante en la petición y paciente en la espera.
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan? (Mt 7, 9).
Como dice San Josemaría: ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito? Jesús, que me acostumbre a pedírtelo todo, a ser muy pedigüeño. Y entonces aprenderé a descubrir en los acontecimientos de cada día tu mano amorosa: tu mano de padre que me quiere, que me cuida, que me forma y, tal vez, que me poda, como a los árboles, para que dé más fruto.
Jesús, que por pedir no quede: alegría, paz, pureza, chuches…
Propósito: haz tu lista de pedidos.