Habéis oído que se
dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5, 43-44).
Un sacerdote recuerda que después de una guerra fratricida fue a verle
una persona muy conocida, a quien habían asesinado muchos parientes en el cruce
de un camino rural. Aquella persona quería levantar una cruz grande,
precisamente en aquel lugar, como recuerdo de sus caídos. Yo le dije: No debes
hacerlo porque lo que te mueve es el odio hacia los asesinos y aquella cruz te
sirve sólo para perpetuar el odio: no será la Cruz de Cristo, sino la cruz del
diablo. La cruz no se hizo. Mi interlocutor supo perdonar.
Jesús,
te pido por el que me hizo...
Pedro le preguntó:
Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peque contra mí?
¿Hasta siete? (Mt 18, 21).
Jesús a San Pedro siete veces le parecía el máximo imaginable. Sin
embargo Jesús contestó: No siete, sino setenta veces siete. Es decir, siempre.
Pero perdonar no es olvidar. Me puede pasar como la historia:¿Por qué sigues
echándome en cara mis antiguos pecados?, le dijo el marido a su mujer; yo creía
que los habías perdonado y olvidado. La mujer le replicó: Es cierto, pero
quiero que tú no te olvides que yo te he perdonado y olvidado. Tal vez no sea
posible olvidar, pero hay que hacer todo lo posible.
Jesús
concédeme el don de la mala memoria para los agravios
Propósito: perdonar y olvidar. ¿El qué?