No penséis que he
venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles
su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la Tierra, no
pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla (Mt
5, 17-18)
Jesús, en el ambiente noto un terror a las normas, a los mandamientos,
como si fueran en contra de mi libertad. Yo creo en Dios, pero a mi manera; así
es más espontáneo, más natural, dicen muchos. En cambio, bien que siguen las
normas de tráfico y no salen de los límites de la carretera, aunque las vallas
restrinjan su libertad. Que me dé cuenta, Jesús, que los mandamientos son
carreteras que me señalan la buena dirección, el mejor modo de llegar al destino
correcto, para llegar hasta Ti.
Un
mandamiento nuevo os doy, que os améis… ¿Ya lo he estrenado?
El que los cumpla y
enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
Jesús, ¡cuántas veces lo he comprobado!: El que salta la valla,
cae en la trampa. En mi afán de probarlo todo, saberlo todo, curiosearlo todo,
de verlo todo… He abierto puertas y superado barreras: ¡Qué difícil después dar
marcha atrás! ¡Qué amargas experiencias! ¡Qué imágenes tan sucias! ¡Buscaba más
libertad y he caído en la trampa del pecado que me esclaviza! Jesús, con tu
ayuda quiero cumplir tus mandatos ¡que liberan!
¿En
qué trampas suelo caer? ¿Qué es lo que me esclaviza?
Propósito: No caer en la trampa del pecado.