Dicen sus discípulos: Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación (Jn 16, 29).
¡Qué envidia me da este piropo que te hacen los apóstoles! Y la razón, Jesús, es que yo hablar claro, lo que se dice hablar claro, no lo hago. Cuando me preguntan si tengo algo que estudiar, si ya hice la cama, si me va bien en las notas… contesto con el clásico mmm (y eso cuando estoy de buenas). Y cuando voy a confesarme y me da vergüenza decir aquel pecadote doy más vueltas que un perro antes de acostarse a dormir. Y no te cuento que cuando hago apostolado empiezo a hablar en mandarín, que ni yo me entiendo lo que le estoy diciendo al otro.
►Faltan sólo seis días para Pentecostés. Pídele al Espíritu Santo el saber hablar claro.
En el mundo tendréis tribulación, pero confiad: yo he vencido al mundo. (Jn 16, 33).
Tú sí que hablas claro, Jesús. Nos dices clarito, clarito que el que te quiera amar y seguir va a tener problemas. Pero los peores problemas son los que vienen de mí mismo cuando me dejo llevar por el egoísmo, la pereza, la soberbia o la lujuria. Y todo se complica además si no hablo claro en la confesión y con aquellos que me pueden ayudar. Por eso, otra vez, lo único que se me ocurre decirte es aquella oración de San Josemaría: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.
►Repite despacio la oración al Espíritu Santo: ¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras…
Propósito: Hablar claro.
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