miércoles, 1 de junio de 2011

Miércoles 1: Lavarse las orejas

Todavía tengo que deciros muchas cosas (Jn 16, 12).

Fíjate, Jesús, que a veces me pasa que pienso que en la oración ya lo he dicho todo. A veces voy a Misa y me digo a mi mismo que ese pasaje del Evangelio ya me lo sé y hasta me sé el final de lo que están contando. En pocas palabras no me doy cuenta que lo importante de la oración es lo que Tú quieres decirme. Me acuerdo de aquello que le pasó a San Josemaría, que una vez le dieron el consejo de no hablar tanto si no de que escuchara al Espíritu Santo. Pues hoy te pido que me des una buena lavada de los oídos del alma para poder escucharte.

►El lavado de oídos del alma es la confesión.
¿Me estoy confesando seguido y cada vez que lo necesito?

Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad (Jn 16, 13).
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Reza despacito esta oración que escribió San Josemaría: ¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte.
¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras…

►Sigue hablando con el Espíritu Santo y óyele.

Propósito: Llevar algún amigo a la confesión.

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