viernes, 1 de junio de 2012

Mi casa se llamará casa de oración


Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas (Mc 11, 16).
Jesús, se me hace raro. Me cuesta imaginarte dándole vuelta a las mesas y echando a la gente. ¿No eres el manso y humilde de corazón? Pero es que no aguantabas, no podías soportar ver la Casa de tu Padre convertida en un mercado, ni aguantas la hipocresía, ni el que escandalicen niños cuando les enseñan a hacer cosas malas, ni la mentira...
·         Jesús, ayúdame a no dejarme llevar por la cólera, y menos aún con mis papás
¿No está escrito: Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos? Ustedes, en cambio, la han convertido en cueva de bandidos (Mc 11, 17).
Leí esto el otro día: “Durante las vacaciones, visitando un Templo famoso, todo era un pulular de gente pintoresca, de un sitio a otro, curioseando. Nos sentíamos incómodos, como cómplices de una profanación colectiva. Preguntamos, entonces, al guía, buen cristiano, a qué hora era la Misa. Nos contestó, entristecido, que en ese Templo no había culto y con dolor citó a San Marcos: “Han convertido mi Casa en cueva de bandidos”. Jesús, cuando entre en una iglesia, lo primero que haré será buscarte en el Sagrario para saludarte con cariño y hacerte compañía. Te pediré por todas las personas que entran en las iglesias sin darse cuenta de tu Presencia.
·         Jesús, ¿cómo hago para convertir mi alma en tu Templo preferido?
Propósito: Sacar ladrones de mi alma. Hacerla casa de oración.