domingo, 26 de agosto de 2012

Al que se raspa, curita; y a seguir jugando


Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él (Jn 6, 66).
Ten han oído hablar claro. Creyeron que seguirte sería sólo reír y sentirse bien. ¿Desde cuándo lo que vale la pena se alcanza sin esfuerzo? A mí también me da miedo el esfuerzo, Jesús. No voy a negártelo. No quisiera soltarme nunca de tu mano, ser tu discípulo, estar en los grandes milagros siempre. ¿No le voy a tener más miedo al cansancio ni al aburrimiento? Y si caigo, me levantaré y seguiré junto a ti.
·         ¿Te caíste? ¿No aguantaste el esfuerzo? Pídele a Jesús la fortaleza.
¿También vosotros queréis marcharos?… Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios. (Jn 6, 67-69).
Sí, alguna vez me han dado ganas de irme, no te miento. Me invento excusas para no ir al círculo o la catequesis, para zafarme de la Misa. He sido cobarde y hasta he dicho la típica mentira de “es que no me dan permiso mis papás”. Lo peor es que yo sé que a mis papás les agrada que me forme y quiera ser mejor hijo de Dios. Tu palabra me da vida y te he oído a través de la voz de aquel que me da la formación o del padre en la meditación.
·         Saca propósitos de fortaleza para no hacerte el loco.
Propósito: Esta vez sí va en serio: no faltar nunca a mi círculo.