Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma el que coma de este pan
vivirá para siempre. (Jn 6, 51)
Un
día mi mamá me dijo que no iría al colegio porque al día siguiente nos iríamos
de viaje a una boda. En esos años no me gustaba mucho andar en fiestas. El mero
día, todo fue prepararse para la Misa y la cena que fueron por la noche. Toda
esa preparación para una cena de bodas. Cuando pienso en lo que dice el
sacerdote en Misa “Dichosos los invitados a la cena del Señor”, entiendo
por qué también tengo que prepararme bien para la Misa. Voy a un banquete muy
especial, en el que me darán de comer un pan que me da vida eterna. El pan de
los fuertes.
·
Voy a estar listo para que no lleguemos tarde a Misa.
Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él (Jn 6, 55-56).
Llega
la hora de comer y allí están. Llega la hora del deber (estudiar, hacer los
encargos de la casa) y nada. Cómo me gustaría ponerme a estudiar o a cumplir
con mis encargos y tareas con la ilusión con la que me siento a la mesa.
Alimentándome de Ti, sé que lo lograré, dejaré de ser una gelatina para
volverme fuerte como un buen hijo de Dios.
·
Pídele a Jesús que te dé hambre de Él.
Propósito: estar siempre preparado para poder
comulgar.