¡Ay
de vosotros, letrados y fariseos hipócritas! (Mt 23, 13).
Jesús,
ya veo que la hipocresía no te gusta. Tienes razón, a nadie le gusta que lo
engañen. Me da pena decírtelo pero yo a veces también soy un poco doble cara.
Me doy cuenta porque me encanta que mis papás le cuentan a las visitas que hago
oración o que recibo formación espiritual, pero cuando dejo de rezar
engañándome al ponerme a hacer otras cosas, me cae mal que me lo hagan ver. Más
cuando me señalan que en el fondo es pereza. ¿Pereza, yo? No es pereza, me
digo, es que tengo mucho qué hacer.
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Ayúdame, Jesús, a no engañarme ni engañar.
¡Ay
de vosotros, guías ciegos! (Mt 23, 16).
Una
vez se nos ocurrió ir de excursión al campo sin saber bien el camino. Uno de
los que iba con nosotros sacó a relucir sus dotes de buena orientación, y nos
pidió que confiáramos en su guía. Para darnos más seguridad, sacó un GPS de su
mochila. Nos llevó por un camino que terminó en un camino que no llegaba a
ninguna parte. Pasamos tanto tiempo perdidos, que al final nos tuvimos que
comer el almuerzo tardísimo a la orilla de la carretera, y por fin nos volvimos
a casa. Varios días después nos enteramos que aquella había sido la primera
excursión de nuestro “guía”. Jesús, a mí a veces me pasa algo parecido. Creo
que yo solito me voy a guiar en mi vida espiritual y no me dejo aconsejar.
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Usar el GPS de la dirección espiritual.
Propósito: Buscar la dirección espiritual.