domingo, 22 de febrero de 2015

Ángel de mi guarda, interceded por mí

El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás (Mc 1,12).

Pero Jesús, —¡¡Cómo es posible!! — ¡¿Tú también sufriste tentacio­nes?! Pues yo, ya ves, también: se me ocurren cosas bárbaras y, en ocasiones los malos pensamientos de cosas impuras no me dejan en paz. Sé, que, si lo permites es para fortalecerme, porque por muy grande que sea la tentación siempre será mayor tu gracia. También sé que una cosa es sentir y otra consentir, y si en algún momento ten­go dudas se lo pregunto al sacerdote, que de eso sabe un montón. Jesús, que me quede tranquilo: una cosa es tener tentaciones y otra distinta es pecar.

u  En el Padrenuestro no pedimos no tener tentaciones, sino no caer en ellas. Reza uno ahora.

Entonces el diablo le dejó, llegaron ángeles y le servían (Mt 4,11).
Jesús, ¡qué contento estoy con mi ángel de la guarda! ¡Un auténtico campeón! Ya me ha sacado de muchos líos. Tendrás que ascen­derle en la jerarquía angelical porque lo hace muy bien. La verdad es que a veces se lo pongo difícil y tiene que hacer horas extras: esa serie de televisión que me hace daño, aquella amistad que no me conviene, esos caprichos, esa comodidad... Le voy a pedir a mi ángel que no me deje hacer el tonto, que huya de las ocasiones de pecar, y sobre todo que no me quiera hacer el valiente.

u  Habla con tu ángel.


Propósito: hablar con mi ángel y recomendarle para un ascenso.