viernes, 20 de febrero de 2015

Jesús, es que te comería a besos

Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan? (Mt 9,14).

Jesús, yo siempre tengo hambre, como los discípulos de Juan. Mi ma­dre me llama el hambriento. No como, devoro. Pero no es solo ham­bre de comida sino también hambre de Ti Jesús, ¡qué ganas tengo de comerte! ¡Con que ilusión estoy preparando la próxima comunión! Tenemos un montón de cosas de que hablar. ¿Te acuerdas de aque­lla vez en que me decías…? ¿O cuando pensaba que estaba solo y te buscaba…?

u  Recita despacio la jaculatoria (Jesús, María y José, que esté siempre con los Tres) para que en todas las familias haya hambre de Jesús.

Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? (Mt 9,15).

Recordaba aquella niña que cuando tenía solo 5 ó 6 años, el sacer­dote del Colegio les explicó la presencia real de Jesús en el sagrario. Se le quedaron grabadas las palabras: Este es el Pan vivo. Quien come de este pan vivirá para siempre. Por eso, cada día, en el desa­yuno, se fijaba en sus papás. No perdía ojo. No se quedaba tranquila hasta que les veía comer pan. -¡Ah! Han comido pan, menos mal. Entonces mis papis no morirán, vivirán para siempre. En su senci­llez de niña pensaba que Jesús estaba presente en todos los trozos de pan: Pan vivo, que da la Vida. Jesús, pero qué hambre tengo de Eucaristía, que ganas tengo de comerte…

u  Jesús, aunque hoy sea abstinencia, te comería a besos.


Propósito: No perder nunca el hambre… de Eucaristía.