viernes, 6 de febrero de 2015

No perder la cabeza

Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magna­tes, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey dijo a la joven: pídeme lo que quieras, que te lo doy (Mc 6, 14-29).

Jesús, ¡vaya fiestita de cumpleaños! Acabó muy mal. Qué contraste: el mayor nacido de mujer, un hombre justo y santo, va a morir para satis­facer el capricho de otro hombre ridículo, lleno de vacío, supersticioso, cruel e impuro. Seguramente Herodes estaría bebido: sólo coger el pun­to, diría. La mezcla del alcohol y sexo tiene consecuencias imprevisibles: violencia, egoísmo, aborto, dolor. ¿No seré yo también con mi presencia y mi silencio (en esas fiestas o reuniones) cómplice de tanto asesinato?

u  Que no me olvide de los pecados de omisión: el que calla, otorga.

Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista (…) Lo decapitó en la cárcel, trajo la ca­beza en una bandeja y se lo entregó a la joven (Mc 6, 14-29).

Jesús, aquella adolescente alocada perdió la cabeza y pidió la cabeza de San Juan Bautista, como podía haber pedido un caballo, un perrito o un anillo. ¡que muchacha más engañada! Quizá pensaba que era toda una artista. Y, ¿qué tiene de malo danzar? No era del todo consciente que con su forma de bailar, y de vestir inflamó las pasiones de Herodes. Y yo, ¿soy consciente?

u  Reza la jaculatoria (Jesús, María y José, que esté siempre con los Tres) pidiendo que en las familias las fiestas sean sanas.


Propósito: no perder la cabeza.