domingo, 17 de julio de 2016

Hotelero

Entró Jesús en un poblado, y una mujer llamada Marta lo re­cibió en su casa (Lc 10, 38).
De seguro Marta habrá sido una mujer muy arrecha. Al principio parece que fuera de carácter fuerte, pero de seguro era de esas mujeres recias que luego tienen un corazón muy grande. Se ofreció a acogerte en su casa, donde vivían ella y sus hermanos. Si vinieras a mi ciudad, Jesús, ten por seguro que te recibiría en mi casa. La verdad es que vienes a mi casa cada día, cuando te recibo en la comunión. Como te habrás dado cuenta, no es una casa muy ordenada que digamos. Es que ape­nas soy un niño. Lo que voy a hacer es que le voy a pedir ayuda a la Virgen, ella que es mamá, para poder ordenar mi casa, la casa de mi alma; y a pesar de ser una casa sencilla, estoy seguro que estarás muy contento ahí.
¨     Jesús se pone muy contento cada vez que le dejas entrar en tu casa.
“Marta, Marta: muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará” (Lc 10, 41-42)
No soy una persona muy ocupada. Pero entre tareas, jugar y algo de pereza, se me va el día, en especial los domingos. Cualquiera diría que no tengo un minuto para nada más, pero en realidad me sobra tiempo para muchas cosas. Voy a intentar que los domingos, no me descanso en las cosas que tienen que ver contigo, Jesús.
¨     Hoy domingo, podrías hacer tu oración con más calma.

Propósito: barrer la casa