Entró
Jesús en un poblado, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa (Lc 10,
38).
De seguro
Marta habrá sido una mujer muy arrecha. Al principio parece que fuera de
carácter fuerte, pero de seguro era de esas mujeres recias que luego tienen un
corazón muy grande. Se ofreció a acogerte en su casa, donde vivían ella y sus
hermanos. Si vinieras a mi ciudad, Jesús, ten por seguro que te recibiría en mi
casa. La verdad es que vienes a mi casa cada día, cuando te recibo en la
comunión. Como te habrás dado cuenta, no es una casa muy ordenada que digamos.
Es que apenas soy un niño. Lo que voy a hacer es que le voy a pedir ayuda a la
Virgen, ella que es mamá, para poder ordenar mi casa, la casa de mi alma; y a
pesar de ser una casa sencilla, estoy seguro que estarás muy contento ahí.
¨ Jesús se pone muy
contento cada vez que le dejas entrar en tu casa.
“Marta,
Marta: muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es
necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará” (Lc 10, 41-42)
No soy una
persona muy ocupada. Pero entre tareas, jugar y algo de pereza, se me va el
día, en especial los domingos. Cualquiera diría que no tengo un minuto para
nada más, pero en realidad me sobra tiempo para muchas cosas. Voy a intentar
que los domingos, no me descanso en las cosas que tienen que ver contigo,
Jesús.
¨ Hoy domingo, podrías
hacer tu oración con más calma.
Propósito: barrer la casa