En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: Cuando veis
subir una nube por el poniente, decís enseguida: «Chaparrón tenemos», y así
sucede. Cuando sopla el sur decís: «Va a hacer bochorno», y lo hace (Lc 12,
54-55).
Jesús, también en mi alma la climatología es
variable y según los días me encuentro con chaparrones, tormentas, a veces
huracanes, otras veces tiempos de sequía, de aridez... ¡tengo de todo! Los chaparrones
son las lluvias de gracia que habitualmente me concedes: la paz, la
alegría de saberme hijo de Dios, sentir tu cercanía. Pero cuando llegan las tormentas
de las tentaciones o se desatan los huracanes de mis
pasiones me asusto. ¿Por qué lo permites? ¿No me arrastrará la fuerza del
viento? ¿No me perderé? Tampoco me gustan nada los tiempos de sequía y
de aridez. Son momentos en los que mi alma está muy seca y pienso
que eso de rezar no vale para nada.
Dile: al mal tiempo buena cara y al buen tiempo, mejor cara.
Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del
cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? (Lc 12, 56).
Jesús, perfecto Dios y perfecto Hombre. Eres el
Hombre del tiempo, pero sobre todo también Dios del tiempo y
en cada momento envías a mi alma lo que más le conviene, aunque yo no lo
entienda.
Pídele que tu ánimo no dependa de la climatología interior.
Propósito: tener siempre buen
humor.