viernes, 13 de octubre de 2017

Tú eres el Hijo de Dios

Cierto fariseo le rogó que comiera en su casa. El fariseo se quedó extrañado al ver que Jesús no se había lavado (Lc 11,38)
Aquel hombre, el fariseo no podía ser amigo de Jesús. Se dejó llevar por las apariencias, por las primeras impresiones, por la crítica. Pero lo peor era que juzgaba las intenciones, era falso, alambicado, barroco. El apóstol Bartolomé alias Natanael, al principio también se dejó llevar por las primeras impresiones: —¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 1,46). Pero no era retorcido, complicado interiormente. Reconoció su error y se ganó los elogios de Jesús: —Aquí tenéis un verdadero israe­lita en quien no hay doblez (Jn 1, 47). Jesús ¿Cómo soy yo por dentro? ¿Tengo doblez? ¿Por qué juzgo tanto? Ayúdame a no ser falso, hipócrita, murmurador, y a saber rectificar cuando meta la pata.
Jesús, dame tus ojos para saber mirar.
El Señor le dijo: Así que vosotros, los fariseos, purificáis por fue­ra la copa y el plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad”. (Lc 11,39)
Jesús, que bien conoces los corazones, no te quedas con los hechos, con las puras apariencias. Le contestó Natanael: —¿De qué me cono­ces? —Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi (Jn 1,48). Me ves y te llenas de alegría porque encuentras un corazón limpio, sin maldad. Un corazón con ventrículos y sobre todo con aurículas, para oírte mejor en estéreo (aurícula derecha e izquierda).
Invita a Jesús a conocer tu corazón y que te hable por las aurículas.

Propósito: martes y 13 ni te cases ni te embarques, pues eso.