domingo, 8 de octubre de 2017

Quien no se ríe de sí mismo nunca será una persona seria

¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? (Lc 11, 5-13).
Jesús, me encanta y divierte tu buen humor. Sabías des-dramatizar y reír­te de las situaciones, ¡no de las personas! Usabas imágenes graciosas, como aquella otra al entrar en Jerusalén: Si estos callaran, las piedras darían voces… (Lc 19,40). ¿Contabas chistes? ¿Sabías imitar? Seguro que sí, para hacer reír a alguno de tus ceñudos apóstoles que a veces se lo tomaban todo muy en serio, o es que quizá estaban un poco can­sados… —¿No sabéis aquel chiste de un hombre que una vez…?
Jesús ¿Quieres que te cuente un chiste? Aunque es malo, no te importa ¿verdad?
Hombres de Galilea, ¿Qué hacéis mirando el Cielo (Act 1,11)
¿Y los ángeles, tienen buen humor? Aunque son solo espirituales, parece que sí: después de la Ascensión, unos ángeles burlones fueron a espabi­lar a los apóstoles que se habían quedado con cara de haba. Hombres de Galilea, ¿Qué hacéis mirando el Cielo. ¿Y los santos? También tie­nen buen humor (condición sine qua non): Un santo triste es un triste san­to (San Fco de Sales); Dame, Señor, el sentido del humor; dame el saber reírme de un chiste (Sto Tomás Moro); Solo contaba con 26 años, gracia de Dios y buen humor… (San Josemaría).
Jesús: dame buen humor, que no me tome demasiado en serio.

Propósito: contar chistes a Jesús (intentar que sean buenos).