Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo
donde yo estoy y contemplen mi gloria” (Jn 17, 24).
Aquel niño travieso ¡qué bien
conocía a su madre! Cada vez que cometía alguna fechoría, alguna “barrabasada”,
no esperaba a ser descubierto sino que, corriendo buscaba a su madre: —Mamá,
mamá… Ésta, asustada por los gritos, acudía presurosa: ¿Qué pasa hijo mío? ¿Qué
sucede? —Mama, “bonita”… Y la madre, de golpe, lo entendía todo. Hoy todavía
estamos en el mes de mayo. Ya nos queda poco… ¿De qué lío me puede sacar la
Virgen? Pídele que te auxilie ¿No es acaso tu Madre?
Cuando estés en apuros y cuando no, acudiré a mi Madre.
Padre santo, no sólo te pido por ellos, sino también por los que crean
en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno (Jn 17,20).
Siempre lo es, pero hoy, de
forma especial, es la ocasión de rezar muchas veces el Acordaos, un “auténtico
chantaje” a la Virgen: Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás
se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando
vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos
acudo, oh Madre…
Pide a la Virgen que auxilie también a personas a las que quieres.
Propósito: rezar Acordaos