Maestro hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se
lo hemos prohibido, porque no era de los nuestros” (Mc 9,38-40).
Jesús, que mal me suena eso de
“no era de los nuestros”, como si alguien tuviera la “exclusividad” en el amor
a Dios, o ver en otros “la competencia”. Nos lo recuerda San Josemaría: “Me
decías, con desconsuelo: ¡hay muchos caminos! —Debe haberlos: para que todas
las almas puedan encontrar el suyo, en esa variedad admirable. ¿Confusionismo? —Escoge
de una vez para siempre: y la confusión se convertirá en seguridad” (Camino
964).
Pídele a Jesús un corazón grande y abierto, alérgico a las exclusividades.
Yo soy el Camino la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por
mi (Jn 16,6).
Tantos caminos, tantas
veredas: “He andado muchos caminos, / he abierto muchas veredas; / he
navegado en cien mares / y atracado en cien riberas” (A. Machado). ¿Cuál es
el mío? ¿Acertaré? No es fácil, ¡hay tantos!: “Cada caminante siga su
camino”, nos recuerda el poeta. Jesús, Tu eres El Camino, y seguiré
el consejo de San Josemaría: “Es preciso atravesar el mundo. Pero no hay
caminos hechos para vosotros... Los haréis, a través de las montañas, al golpe
de vuestras pisadas” (Camino 928).
¿Ya te has decidido?
Propósito: buscar mi camino.