Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi
amor. Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea
completo (Jn 15,9.11).
Desde que te conocí, Jesús, me
llamó la atención tu alegría contagiosa. No es posible pensar en Ti y no ver tu
sonrisa maravillosa. No he encontrado en el mundo nadie más alegre, simpático y
divertido que Tú, Jesús mío. Como escribía de ti un niño en un examen: En la
mirada de Jesús es como si hubiera un tranquilizante que te quita el agobio de
lo que sea. Si algún día estoy “tristón”, de “bajón”, entonces iré al
Sagrario más próximo, me pondré de rodillas y te diré: de aquí no me muevo
hasta que me llenes de gozo. Entonces sentiré tu mirada me reiré de mis
tonterías y saldré feliz, flotando… y vuestro gozo sea completo.
Piensa en qué puedes coaccionar o chantajear a Jesús.
Vosotros sois mis amigos. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo
amigos (Jn 15,9.14-15).
¿Y tu sonrisa? ¿Jesús, cómo es
tu sonrisa? Tu sonrisa es franca, limpia, da paz, contagia alegría. Yo me
imagino -decía otra chico-, una sonrisa Colgate, una sonrisa de oreja a
oreja, superalegre, con dientes más blancos que el azúcar. Jesús, pienso en
Ti y me dan unas ganas locas de estar siempre contigo. Con el salmista diré: Oigo
en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu
rostro (Sal 26, 8-9).
Imagínate el rostro de Jesús: su sonrisa, su mirada, su pelo, su
voz…
Propósito: ni braquets ni nada… ¡sonreír como Jesús!