No
está bien echarles a los perros el pan de los hijos (Mc 7,27).
Jesús,
esto de los perros me trae a la cabeza lo que cuenta San Josemaría: Ayer,
por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a
hacer un poco de oración delante del Santísimo Sacramento. No tenía gana. Pero,
me estuve allí hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves,
buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada. Como yo
ahora Jesús, para darte gusto estoy haciendo el 3+2.
u Jesús, que mi oración no dependa de mis ganas. Estoy para darte gusto.
Pero
también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños
(Mc 7,28).
San
Josemaría se encontraba seco en su oración pero persevera haciéndose un perrito:
Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo
que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y
caza y amigotes —perros como él— y se agita y ladra bajito... pero sin
apartarse de su dueño. Así yo, perro completamente estaba. Jesús que forma
más hermosa de estar siempre contigo: un perrito fiel que come de las migajas.
u Dile a Jesús: que quieres rezar soñando… ¡pero sin dormirte!
Propósito: hacer el perro ¡guau! Y no dejar NUNCA
la oración.