martes, 14 de febrero de 2012

Sábado 4. No te dejo ni a sol ni a sombra, ¡Siempre contigo!


Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobres. Los discípulos debían estar cansadísimos. Jesús, ¡Cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas! ¡Cómo —también— me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le despeinaba la barba y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son detalles que solo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y corazón de madre.
u  Cuéntale que es lo que te cuesta y que te cansa.
Venid a mi todos los que estéis cansado y agobiados (Mt 11, 29).
—Eso va por mí, diría San Pedro; —¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cualquier sitio, sino... ¡de crucero! ¡de crucero en la barca de Pedro por el Mar de Galilea! Con la mejor compañía Naviera Petrus. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, la mar de contentos. Y harían clavaditos y hasta esquí acuático y se lo pasarían recontentos: Mateo, por favor échate un poco de protector solar en la calva…, diría Jesús.
u  Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo ni a sol ni a sombra.
Propósito: entretenerme y divertirme con Jesús.