En
aquellos días se puso María en camino y marchó a prisa a la montaña, a una
ciudad, de Judá (Lc 1, 39).
Mira
qué buena es mi Madre, nuestra Madre, que es también de todos los hombres:
cuando supo que su prima Santa Isabel iba a ser también mamá, se fue corriendo
para ayudarla. María agarró sus pocas cosas y se fue para la montaña. José se
trajo al burrito. María tenía prisa por llegar. Ella sabe que es templo de
Dios, el primer sagrario de la historia, es la primera procesión del Corpus
Christi. Nuestra Madre es el sagrario más hermoso, el cofre más rico para un
tesoro incalculable. Va corriendo porque quiere compartir su alegría con su
prima, con todos los hombres.
·
Agradece a María
que siempre nos traiga a Jesús.
Y entró en casa
de Zacarías y saludó a Isabel (Lc 1, 40).
Escribe
San Josemaría: “Llegamos. —Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista.
—Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: «¡Bendita tú eres entre
todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! —¿De dónde a mí tanto
bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Lc 1, 42-43)» ”¡Qué suerte
la de Santa Isabel!: recibió la primera visita del Santísimo. Yo también recibo
tu visita, Jesús, cada vez que comulgo. Como nuestra Madre, me convierto,
entonces, por unos momentos, en un sagrario, en una custodia.
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¿Por qué no me
propongo comulgar todos los días de la Novena…? Que no sea codo.
Propósito: Ayer
me confesé, pues hoy comulgo.