En aquellos días
apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: (…)
Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas (Mt 3, 1-3)
María
y José hablan en la casa del “primito” que llevaba unos meses a Jesús y que
dentro de poco va a nacer. Tú, María, todavía te acordabas de las palabras que
te había dicho Isabel, tu prima: “Bendita tu eres, entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre”; yo te las repito ahora. Y si san Juan
Bautista decía a todos que se prepararan para escuchar al Mesías, yo te pido
consejo hoy a ti, Madre mía, para prepararme bien para la Navidad. ¿Qué tengo
que enderezar en mi vida? ¿Estás contenta de cómo me acuerdo de Dios en estas
vacaciones? ¿Tú cómo te preparabas a 20 días del Nacimiento?
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Pregunta a la
Virgen qué tienes que enderezar.
El que viene
después de mí es más poderoso que yo; no soy digno ni de llevar sus sandalias
(Mt 3, 11)
Pues,
fíjate María que si S. Juan no era digno ni de desatar las sandalias ¿para qué
seré digno yo? Yo para nada, pero tú sí que eres digna de llevarlo en tu seno,
eres la Inmaculada: el Trono de la Sabiduría, el Arca de la Nueva Alianza… en
pocas palabras la MADRE DE DIOS. Y como eres también mi Madre, te pido licencia
para andar contigo y José estos días y preparar las cosas del Niño que va a
nacer. Y tú me dices que las prepare con obras concretas de caridad.
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Pregúntale a la
Virgen qué quiere Dios de ti.
Propósito: Darle
a Dios lo que me pida y con buena cara…