martes, 30 de septiembre de 2014

Ponerme las pilas

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en un fértil collado. La entreca­vó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas (Is 5. 1-2).
Jesús, hoy las lecturas del domingo me recuerdan una bonita historia: Se decía de un hombre que entre sus posesiones y fincas tenía escondido un tesoro riquísimo, pero que nadie sabía dónde. Cuando le llegó el mo­mento de encontrase con su Creador, antes de fallecer, reveló a sus hijos el lugar del famoso tesoro. Resulta que se encontraba en una lejana viña que por mucho tiempo había estado descuidada. Allá fueron los hijos y empezaron con azadillas a cavar toda la viña. Después de quitar la maleza y cavarla toda entera no encontraron nada. Desanimados, desis­tieron, pero con el tiempo descubrieron que esa viña daba unas uvas co­losales y de ellas sacaron un vino excelente. ¡Este era el tesoro… la viña!
Jesús, ayúdame a descubrir esos tesoros escondidos con los que me enriqueces.
Llegado el tiempo de la vendimia envió sus criados a los la­bradores para recibir los frutos que les correspondían Mt (21, 34).
Jesús, una cosa es el tiempo de vendimia y otra muy distinta es estar pajareando. Ya sabes lo despistado que soy. Vienes a mí en busca de frutos. ¿Qué te podré dar? ¿Calabazas? ¡No…! Mis frutos serán el estudio ofrecido, mi deporte, mi alegría, mi ayudar en casa, mi simpatía. ¿Qué más?
Ofrécele a Jesús varias horas de estudio cabales: de 60 minutos.

Propósito: dar fruto y estar siempre pilas.