viernes, 3 de octubre de 2014

A ver si me entero de algo

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia sen­tados en saco (Lc10,13)
Corazaín y Betsaida eran dos ciudades magníficas que Jesús visitó con frecuencia e hizo muchos milagros, pero las pobres no se enteraron de nada. De hecho nada se sabe de Corazaín. La ciudad desapareció, hasta ahora, sin dejar rastros arqueológicos. Jesús, algo parecido puede suceder en mi alma: vienes a verme a menudo, me das de comer en la Eucaristía, me limpias en la Confesión, pasamos unos momentos estupendos en la Oración… ¡Haces milagros patentes! Y yo ¿me entero? ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!: ¡Ay de ti Rocío! ¡Ay de ti Inés! ¡Ay de ti Juan! ¡Ay de ti...! Que no te enteras, contreras. Jesús, que de una vez por todas me entere.
Habla con Jesús y dile que le “quieres” y que te “quieres enterar”.
Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros despre­cia, a mí me desprecia (Lc 10, 16).
¡Qué pesado el cura! ¡Qué rollazo de charla!... ¿Otra Misaaaá?... ¡Es que me aburre…! Quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia. El sacerdote, quien sea, es un pobre hombre, hecho de la misma mala pasta que todos, pero… está ungido, es Cristo. Es Cristo y a través de él, Cristo me habla… aunque se repita. Jesús te pido por todos los sacerdotes.
Pide por todos los sacerdotes empezando por el más cercano.

Propósito: Que no me pase como a Corazaín, que se esfumó.