El
reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó
criados para que avisaran a los convidados (Mt 22,1-3).
Jesús, me gusta que compares la bienaventuranza eterna con
un banquete. —¿Cómo será el Cielo? Pues como una Banquete de bodas, o una Cena
de Navidad, en la que las almas podremos saciarnos de felicidad. Fíjate: si
nos da tanta alegría estar en la tierra rodeados de gente querida, primos,
abuelos, hermanos, alrededor de una mesa repleta de cosas ricas, ¡imagínate lo
que será el Cielo! Allí te reconoceremos después de tantos ratos de oración y
podremos contemplar y gozar de tu rostro, hablaremos con tu madre la Virgen,
con San José, con los ángeles y los santos. ¿Habrá Ketchup? Ya sabes que me
vuelve loco. Un cielo sin Ketchup es menos cielo
Dile
a Jesús que te reserve sitio entre los invitados. ¿Se podrá repetir?
Está
preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto,
venid a la boda. Los convidados no hicieron caso.
Jesús, que fuerte eso de que los convidados no hicieron
caso. A todos nos has invitado a ir contigo, pero no todos quieren.
Así, el Cielo es para los que buscándote son felices en la tierra. Ya en
esta vida, estando cerca de Ti, es un medio Cielo. Y el Infierno es para
aquellos que no han querido hablar contigo en la tierra. No os conozco
(Mt 25,12) nunca me habéis hablado. Jesús, tú no condenas a nadie ¡si
eres más bueno que el pan! Somos cada uno los que decidimos qué hacer con
nuestra vida y Tú respetas la libertad.
Recuerda
a María aquello de: ahora y en la hora de mi muerte.
Propósito: ser feliz en la tierra y en el cielo.