Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? (Mt 22,34-40).
Jesús, estabas predicando en el Templo cuando se te acercaron aquellos
hombres con la torcida intención de atraparte desprevenido. Les diste como
respuesta lo que desde pequeñito te enseñaron tus padres a recitar por la
mañana y por la tarde y te sabías con musiquita: Él le dijo: «Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Jesús,
en confianza, siempre me ha parecido un poco exagerado y difícil de cumplir
este mandamiento. Jesús, te quiero mucho, pero no sé si te quiero con todo
mi corazón, con toda mi alma y toda mi mente, —qué lio—, porque me gustan
también y amo las hamburguesas con Ketchup y la pizza, y la lasagna que hace
mi abuelita, y quiero a mi familia y a mis amigos, y a mi perro… ¿No habrá
incompatibilidad?
Dile
a Jesús todas las cosas que te gustan: tu plato preferido, tu película, tu
canción…
El segundo
es semejante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 21, 33-43).
Jesús, me parece que te voy entendiendo. Amando al prójimo y a los
que me rodean, queriendo a mi familia, amando una puesta de sol, un partido de
fútbol, un helado Häagen Dazs de “Ron con pasas” (está que te
pasas)… te estoy amando a Ti, porque te encuentro en las cosas bellas, buenas y
bonitas que has creado.
Dale
gracias por poderle encontrar en tantas cosas bellas y bonitas.
Propósito: comer más helado.