lunes, 13 de octubre de 2014

De perdidos al río… digo, al retiro

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a de­cir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás (Lc 11, 29-32).
Jesús, que bonita la historia de tu gran amigo Jonás. Era lo que ahora llamamos un profeta menor, no por la altura, ni por peso, sino porque escribió poco. El caso es que escapando de cumplir la voluntad de Dios, —como yo, a veces— fue engullido por un pez enorme. Allí den­tro, un sitio calentito, tranquilo, silencioso hizo su curso de retiro de 3 días. Se dio cuenta de lo mucho que Dios le quería. Volvió cambiado, irreconocible, feliz. Se puso a hacer apostolado y convirtió a toda la ciu­dad: Nínive. Jesús, ¡qué estupendos son los retiros! ¡Cómo me ayudan!
Repasa los propósitos del último retiro ¿Ya hice mi retiro este año?
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los extre­mos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón (Lc 11, 29-32).
La Reina de Saba, y Salomón y los Reyes Magos y Moisés y los once her­manos de José, y la Burra de Balaám, y Noé y la hija de Jairo y Abrahám y Jonás y la Magdalena, y… tantos personajes bíblicos, me tienen en­vidia ¿Por qué? Por poderte recibir en la Eucaristía Jesús mío. ¿Me doy cuenta? ¿Lo aprovecho? ¿Lo valoro? Pide ayuda a San José.
Reza la oración: ¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido!

Propósito: Apuntarme al próximo curso de retiro…