miércoles, 11 de noviembre de 2015

Id a los sacerdotes

Vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: –Jesús, Maestro, ¡ten compasión! (Lc 17, 11-13).
Hoy apenas hay lepra y además se cura. Pero entonces era una enfer­medad terrible que desfiguraba el rostro: se quedaban, poco a poco, sin nariz, sin orejas, sin labios, sin párpados... La gente, al ver leprosos huía asqueada. Pero Jesús, Tú no; Tú los acoges: Al verlos, les dijo: –Id a pre­sentaros a los sacerdotes. Jesús, los pecados, mis pecados son como lepra en el alma. La imagen de Dios que llevo dentro se va desfigurando. Id a los sacerdotes, me dices y es ahí donde te encuentro y me limpias: Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
¿Tengo concretado un día y una hora fija a la semana para confesarme?
Uno de ellos, (...) se volvió alabando a Dios. (…) ¿No han que­dado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? (Lc 17, 15-17).
Jesús, echas en falta el agradecimiento de los nueve. Por eso: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya.—Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta (…). Dale gracias por todo, porque todo es bueno (San Josemaría, Camino 268).
Es de bien nacidos ser agradecidos.

Propósito: dar las gracias siempre.