domingo, 17 de abril de 2016

Buen Pastor, Buen Jesús

Dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna (Jn 10, 27).
Jesús, como soy de ciudad eso de las ovejas sólo me lo puedo imaginar. Si no recuerdo mal una vez vi en la tele un rebaño con su pastor al frente. Las ovejas me parecían todas iguales… de tontas; pero no. El pastor las iba llamando, una a una, por sus nombres: Linda, Blanquita, Mochito… y las guardaba en un corralillo. Jesús, Tú que eres el Buen Pastor me llamas con tus silbidos amorosos. Insistes: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas (…) Conozco las mías y las mías me conocen (Jn 10, 11.14). Me conoces, sabes todo de mí. Para Jesús yo soy único, y me quiere tanto que ha dado su vida por mí.
Jesús ha dado su vida por mí. Y yo ¿qué más puedo hacer por Jesús?
MI Padre que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. (Jn 10, 30).
En todos los rebaños hay una oveja que le da por ser original. Ese soy yo. ¡Me encanta llamar la atención!, hacer de oveja negra, ser el centro de las conversaciones: me da igual que se hable bien o mal, el caso es que se hable. Y de oveja paso a cabra, cabra loca, siempre al borde de precipicio. Hasta que un buen día, ¡Cataplum!: oveja-cabra descala­brada. Y entonces, Jesús, me recoges amorosamente y me llevas sobre tus hombros. ¡Qué bueno eres!
Dile a Jesús que no quieres ser ni cabra ni oveja negra.

Propósito: balar a Jesús: “Beee”, “Beeengo” a “Beeerte….”