Si el
mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. (…) Si me han
perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán (Jn 15, 18.20).
A mí
también me gusta la pesca, como a Jesús. Pero no con redes sino con caña,
anzuelo y paciencia. Veo muchos peces. Algunos, como las carpas o las tilapias,
me dan pena porque viven en aguas sucias y estancadas. Otros, las truchas y
salmones, se pasan la vida nadando siempre contracorriente. Buscan
para sus crías lo mejor, la aguas limpias de los arroyos, de las montañas. Por
eso, su carne color salmón es tan apreciada. Jesús, que no me deje
llevar por la corriente, por lo que diga la gente. Y aunque
algunos se rían y me ridiculicen, te buscaré siempre a Ti, Jesús mío,
contracorriente.
Habla con Jesús: ¿Soy como Vicente: voy donde
me lleva la gente?
Pero os
harán todas estas cosas a causa de mi nombre (Jn 15, 21).
Mi
encuentro con Jesús está en medio del mundo. No puedo refugiarme en mi pecera.
Nadando contracorriente voy purificando las aguas y creando a mi alrededor
remansos de paz y alegría. Solo soy un pececillo, nada más, no una ballena,
pero a Jesús - acuérdate- le encanta el pescado que nada contracorriente con el
alma color salmón.
¡Cómo está el ambiente!: Yo hago de
purificador, hago buen ambiente a mi alrededor.
Propósito: alma color salmón.