domingo, 4 de diciembre de 2016

9ª de la Inmaculada (5º día) Ahogar el mal en abundancia de bien

Un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma la Niño y a su Madre. Huye a Egipto (...) por­que Herodes va a buscar al niño para matarlo (Mt 2, 13).
En medio de la noche José despierta a María. Toma con cariño sus ma­nos y le cuenta lo que dijo el Ángel. Ella lo mira y lo comprende. En Belén hay un silencio de muerte. María, envuelta en sus blancos vestidos, sentada sobre el burrito, lleva al Niño bien dormidito en sus brazos. José busca las sombras de la noche, los caminos solitarios. María no puede contener sus lágrimas porque Herodes va a matar a muchos niños ino­centes. José se hace el fuerte para no llorar.
Consuela a Jesús y a su Madre por los niños que hoy serán abortados.
Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: es Raquel que llora por sus hijos, y no admite consuelo, porque ya no existen (Mt 2,18).
Herodes, por desgracia, no agotó su especie. Todavía hoy son muchos los niños inocentes que, antes de nacer, mueren cada día, víctimas de los modernos “Herodes”. No conocerán los chupetes, ni los abrazos y arrullos de sus mamás… Me consuela pensar que para ellos, mi Mamá del Cielo, les tendrá preparados un recibimiento muy especial, lleno de besos y caricias… ¡Qué bien los chineará! O ¿No fue por ellos, también, por quienes murió en la Cruz su otro Hijo, Jesús?
Jesús, quiero ahogar el Mal, “inundarlo” en abundancia de Bien.

Propósito: rezar por esos niños y sus pobres padres…