Pero mira:
te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no
has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento. (Lc 1, 20)
Zacarías se quedó
mudo por falta de fe. Se le había aparecido un ángel y aún así duda. ¿Será
posible tanta incredulidad? Siento como si desde dentro de la escena me mirara
Zacarías y me dijera ¡y tú quien te has creído! Con señas, obviamente, porque
está mudo. Tiene razón Zacarías. A mí me han explicado desde chiquito que Jesús
está en el Sagrario y le visito tan poco. He visto a mi mamá rezar y obtener de
Dios el milagro que pide; y ni así logro ser constante en mis Avemarías de la
noche. Me dices tan claramente, Jesús, cuál es tu voluntad a través del
director espiritual y sigo siendo un cobarde.
Que no se te tenga que
aparecer un ángel para que hagas lo que Dios te pide. Dáselo hoy.
Días
después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo:
«Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los
hombres.» (Lc 1, 25)
Isabel es
discreta. Decidió agradecer así el regalo que Dios le hizo. No va por ahí, como
a veces me pasa a mí, cacaraqueando lo que le pasó. Quizá porque valora el don
que Dios le dio y le parece que no es para andarlo contando. Jesús, a veces por
un pasito que doy en mi vida quiero que todos me vean y admiren.
No podrías ser más
discreto y… constante.
Propósito: hacer lo que Dios me pide y luego no andarlo contando por
ahí