viernes, 9 de diciembre de 2016

Vuestra buenas obras las ve Dios

Esa generación se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, dicen: os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamenta­ciones y no habéis llorado (Mt 11, 16-17).
Jesús, ¡qué bien se los pasaban contigo tus discípulos! Les pones ejem­plos chistosos, divertidos, para que se rían. Recuerdas canciones infanti­les que cantabas rodeado de otros niños en aquellos largos atardeceres de Nazaret. Debía ser algo parecido al “tin marín, yo no fui, fue tete…”. Y al que le caía tenía que hacer la penitencia. Yo sí que tengo que hacer penitencia, Jesús, pero no porque lo dice el “tin marin” sino por mis pe­cados que ensucian mi alma.
Pídele perdón a Jesús por tus despistes y por tus “pecaditos” y “pecadotes”
Ha venido Juan que no come ni bebe y dicen… Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen… (Mt 11, 18-19).
Criticar lo sabe hacer cualquiera. Una hermosísima vidriera gótica pue­de ser destrozada de una pedrada, pero hacerla es harina de otro cos­tal. “Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras” (Mt 11,19). Son las obras lo que cuentan. En vez de criticar tanto, yo ¿qué hago? Jesús, ayúdame a llenar mi vida diaria de obras buenas, a no juzgar lo que me parece malo. A usar mi lengua para comprometer a otros en obras buenas y no para hacerles corte y confección... ya me entiendes.
Termina dando gracias a Dios por tantas obras buenas.

Propósito: Usar la lengua para hacer apostolado.