miércoles, 21 de diciembre de 2016

Jesús necesita “borricos”

María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre (Lc 1, 39).
Jesús ¿cómo nacieron los villancicos? ¿Quién los compuso? Yo pienso que algo tuvo que ver San José. En esos viajes por Judea acompañando a la Virgen y al Niño que iba a nacer, para distraer a María —no tenían radio, Ipod, ni MP3— San José empezó a cantar: “Ande, ande, ande, la Marimorena” (así llamaba con cariño a María por ponerse morena con tanto sol); y luego animaba al burrito: “Arre burro arre, vamos a Belén…”; y cuando pasaban por un puente: “pero mira como beben los peces en el río…”. Así nacieron los primeros villancicos de la historia.
Cantar villancicos con María y José: “Quien canta reza dos veces” le gustaba decir a San Agustín.
Al desatar el borrico sus amos les dijeron: —¿Por qué desatáis el borrico? (Lc 19, 33-34).
Que buena cosa es ser borrico delante de Jesús. Los burros son sus predilectos: Belén, viaje a Egipto, entrada en Jerusalén. Además en la Navidad da protagonismo y derecho a primera fila en el Portal. Pero el borrico debe estar libre de “ataduras”. Jesús, quítame ataduras, capri­chos, vicios; quiero ser un burrito y no una mula terca. “Porque el Señor lo necesita, contestaron ellos. Y se lo llevaron a Jesús” (Lc 19, 31). Jesús necesita burros: “yijaa, yijaa”. ¿Me apunto?
Dile a Jesús que quieres ser su burrito.

Propósito: Poner villancicos en la cena.